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lunes, 29 de marzo de 2021

Dusty Mercedes

La fotografía que esta noche quiero enseñaros es una de ésas que realizas cuando se te presentan oportunidades que no puedes ni debes rechazar. 

Hacía tiempo que Felipe me había hablado de la posibilidad de acceder a este antiguo Mercedes que se encontraba solo y aburrido desde hacía mucho tiempo en una especie de garaje. Una tarde Felipe consiguió que el dueño nos diera acceso a ese garaje para que pudiéramos entrar y disponer de él todo el tiempo que así lo deseáramos. 

Así que esa tarde Felipe y yo quedamos y fuimos al local donde nos esperaba esta joya. Recuerdo el momento de entrar. Felipe sacó la llave, la metió en la cerradura y, tras varios intentos en los que el bombín no quería girar, finalmente cedió y la puerta se abrió. Una puerta que no debía de abrirse mucho a juzgar por el ruido de las bisagras al empujarla. En el cuarto no había luz, así que todo el tiempo íbamos a tener que estar completamente a oscuras o haciendo uso de nuestros frontales cuando necesitáramos luz.

Y allí estaba, oculto en la oscuridad. Aunque Felipe ya me había enseñado alguna foto del Mercedes, la verdad es que no podía imaginar que fuera a sorprenderme más de lo que aquellas fotos lo hicieron. Lo primero que me llamó la atención es que era un coche muy largo, muy propio de los coches de gama alta de los años 50-60. Lo segundo es la sensación de que ese coche no había sido movido de allí en muchos años. Una sensación transmitida por la cantidad de polvo que cubría el coche. Las huellas de gatos sobre la luna delantera también ayudaban a afianzar esa sensación.

Por desgracia no teníamos las llaves del vehículo. Así que no íbamos a poder entrar dentro para colocar linternas o flashes en su interior. Algo diferente de lo habitual tendríamos que hacer. Y lo hicimos. En breve os doy detalles.

La iluminación de vehículos de la forma en que nosotros solemos hacer tiene un gran inconveniente: nos gusta iluminar cerca del coche o camión que queramos fotografiar y esto, aunque da resultados que para nosotros son más llamativos, complica el trabajo muchísimo. El motivo es que es muy fácil que se escapen toques de luz que aparecen en la cámara y que, o bien arreglas en post procesado, o repites una y otra vez hasta que la foto sale. Si optas por lo segundo, hay otro problema que hace que el número de tomas puedan ser muchas más: la limitación de tiempo que tienes. Si la foto la haces en un exterior, donde tienes un cielo estrellado, o un cielo en que nubes y estrellas comparten espacio, si no quieres que esas estrellas aparezcan como pequeñas trazas sino como puntos, la limitación te la da tu objetivo. Cuanto menor sea su focal, más tiempo tendrás para trabajar la foto antes de que aparezcan las poco deseadas estelas. Aun así, por muy pequeño que sea esa focal, no tendrás más de 25-35 segundos para trabajar. Y esto, queriendo iluminar completamente el coche de la forma que a nosotros nos gusta, no es especialmente fácil.

Sin embargo, aquí no íbamos a tener ese problema. El que el coche estuviera en un garaje completamente oscuro nos iba a beneficiar a la hora de iluminar pues, por un lado, no teníamos que preocuparnos de que las estrellas no salieran como trazas, pues no había estrellas ni cielo del que preocuparnos, y, por otro lado, estaríamos en completa oscuridad lo cual nos ayudaría a poder hacer una iluminación más meticulosa y tranquila, intentando no cometer errores.

Por este motivo decidimos que las fotos las haríamos en modo BULB. Esto nos permitiría ir iluminando el coche por zonas, sin prisas, de forma concienzuda, para evitar posibles errores pues, si hubiéramos querido, habríamos podido tener todo el tiempo del mundo para sacar la foto en una única toma.

Dicho esto, ¿Cómo hicimos la foto? Nos repartimos los papeles. Felipe se encargaría de la iluminación cálida, que usaría para faros y para el interior del vehículo, y yo me encargaría de la iluminación fría, para sacar formas al coche. Primero uno haría su trabajo, y cuando terminara, trabajaría el otro. Entrando más en detalle, la forma de trabajar fue la siguiente. Cuando Felipe estaba dispuesto para iluminar los faros, yo apretaba el botón del intervalómetro y comenzaba la exposición. Al acabar con un faro, al aviso de Felipe, yo tapaba el objetivo de la cámara con un trapo, para que no entrara nada de luz y Felipe pudiera colocarse correctamente y no aparecer en la foto. Cuando estaba listo para iluminar el segundo faro, yo quitaba el trapo del objetivo, y Felipe iluminaba el segundo faro. Y así con cada zona. Una vez que Felipe había terminado todo su trabajo de iluminación, me tocaba a mí entrar en escena. Con el trapo puesto sobre el objetivo, yo me colocaba en el punto desde el cual iba a empezar mi iluminación y cuando estaba listo, avisaba a Felipe para que destapara el objetivo. Ésta fue la mecánica seguida para iluminar todo el vehículo. Algo laborioso, algo en muchos momentos pesado, pero que confieso, nos produjo mucha satisfacción cuando vimos el resultado en la pantalla de la cámara.

Sobre la iluminación del interior, como os he dicho, no pudimos entrar en el coche, así que la única forma en que pudimos simular luz en el interior del vehículo fue dando luz desde la parte trasera del coche, siempre teniendo cuidado Felipe de que la boca de la linterna no apareciera nunca en escena y fuera capturada por la cámara, lo cual habría arruinado la foto.

Cada foto, como veréis en los datos EXIF más abajo, duró aproximadamente 5 minutos, lo cual se alarga mucho más de los habituales 30 segundos. Pero como no teníamos necesidad de hacer la foto en poco tiempo, pues no había nada que nos obligara a ello, decidimos trabajar de esta forma.

Fue una tarde echada muy interesante y muy satisfactoria, pues nos fuimos de allí con la sensación de que habíamos sacado mucho provecho de ese garaje y de la joya que guardaba.

Y poco más. Espero que te haya gustado y, como siempre, si algo de lo que he contado no queda claro, por favor, pregúntame y te responderé lo antes posible.

Muchas gracias por haber entrado en mi blog

¡Hasta pronto!


Los datos EXIF:

mara: Canon 5D MIV
Focal: 14 mm 
Exposición: 320 sg 
Apertura: f/8
ISO: 800




jueves, 25 de marzo de 2021

Hooked on the Milky Way

La temporada de Vía Láctea podría decirse que ha empezado ya. Cuando hablo de temporada de Vía Láctea me refiero a esa época del año en la que el centro galáctico de nuestra galaxia puede observarse en nuestros cielos. Siendo estrictos, esta época, en el Hemisferio Norte, comienza a finales de enero y acaba a principios de noviembre. Pero lo cierto es que es desde estas alturas de año, y hasta finales de septiembre, cuando el margen de tiempo para poder disponer de su visión es más amplio. El problema es que estos márgenes se sitúan de madrugada, por lo que, con la situación de toque de queda que vive casi todo el país es prácticamente imposible poder fotografiar la Vía Láctea sin hacer malabarismos o sin jugarte una sanción.

Y sí, es cierto que la situación que estamos viviendo requiere medidas excepcionales y controles nada habituales. Pero también pienso que hay que ponerle un poco de cabeza a las cosas y razonar si una medida tan estricta como es la de un toque de queda debe imponerse de forma indiscriminada sin analizar los beneficios o los perjuicios que la aplicación de la misma pueden suponer. 

Y como es un tema que me toca muy directamente y que me lleva doliendo mucho tiempo me gustaría profundizar un poco sobre ello. Sinceramente, creo que algo que tiene que ver con restringir o dar libertades no se puede hacer de una forma generalizada. Cuando se trata de imponer un toque de queda desde las 23 de la noche hasta las 6 de la mañana creo que hay que ser muy sensible con cómo afectará éste a todos los sectores y actividades. Y yo me pregunto (es una forma de hablar, en realidad lo tengo bastante claro), si una actividad como la fotografía nocturna, que sólo se puede practicar durante las horas que están afectadas por el toque de queda, no debería estar excluida de esta restricción teniendo en cuenta que:

  • se practica lejos de cualquier núcleo urbano, y lejos de cualquier aglomeración de personas
  • se practica al aire libre
  • se juntan 3 o 4 personas que, lógicamente, llevan mascarilla
  • como he dicho arriba, SOLO PUEDE SER REALIZADA EN AUSENCIA DE LUZ SOLAR

Teniendo en cuenta que el coronavirus COVID-19 se transmite mucho más fácilmente en lugares cerrados en los que hay gran cantidad de gente reunida, creo que una actividad como la que miles de personas practicamos tiene mucho menor riesgo de contagio que, por ejemplo, viajar en trasporte público, hacer consumiciones en una terraza de un restaurante, que son medidas permitidas por las autoridades. ¿Tiene sentido, entonces, impedir la realización de una actividad de estas características?

El año pasado los aficionados a esta disciplina fotográfica sufrimos las consecuencias de restricciones de movilidad. Este año estamos sufriendo las consecuencias derivadas de los cierres perimetrales y los toques de queda, y tiene pinta de que esta situación se va a prolongar durante mucho más tiempo. 

No le veo ningún sentido y nada va a hacer que se lo encuentre.

En fin, de momento es lo que tenemos y no queda otra que quedarse en casa viendo como cada fin de semana se intervienen cientos y cientos de fiestas ilegales en pisos y locales de copas. ¿No sería contra esto contra lo que habría que poner el foco?

Y ahora vamos a centrarnos en la foto de hoy. La que os traigo fue sacada el año pasado durante una de las pocas salidas nocturnas que pude hacer. Ese día quedé con Álvaro Coleto, fotógrafo nocturno del que ya hablé en otra publicación de aquella misma noche. 

Se trata ésta de un tipo de foto que llevaba mucho tiempo deseando hacer. Me explico. Tenía muchas ganas de sacar una foto de la Vía Láctea con un objetivo con una focal mayor que con la que suelo disparar (14 o 16mm). Por ejemplo, 50mm, como es el caso. Cuando Álvaro me propuso fotografiar la Vía Láctea en el castillo de Gálvez recordé una foto sacada por otro gran fotógrafo de paisaje y fotografía nocturna, al que seguro que todos conocéis, Fran Ros, que en este mismo lugar había sacado una espectacular foto con estas características. Sería el momento de probar a hacer una foto con el objetivo de 50mm.

Tras varios encuadres, le propuse a Álvaro lo que tenía en mente. Para suerte nuestra, la Vía Láctea caía vertical, así que la foto podría quedar bastante bien. Hicimos pocas pruebas, 4 ó 5, si no recuerdo mal. La verdad es que no fueron necesarias muchas más, pues el resultado nos gustó bastante desde el principio. 

Quizá el objetivo que usé no fue el más indicado para este tipo de fotografía pues este en concreto, el Canon 50mm 1.8 está más orientado a retrato, pero el resultado fue visualmente lo que iba buscando, así que estoy seguro de que volveré a repetir con focales similares... cuando se pueda volver a salir a realizar fotografía nocturna.

Espero que a vosotros también os guste. 

Como siempre, si tenéis alguna pregunta sobre la foto, no dudéis en hacérmela llegar y os responderé lo antes posible.

¡Hasta pronto!

Los datos EXIF:

mara: Canon 5D MIV
Focal: 50 mm 
Exposición: 10 sg 
Apertura: f/1.8
ISO: 4000



martes, 9 de marzo de 2021

Outside In

En una época como la que estamos viviendo en la que fotográficamente hablando no tengo demasiado material, no queda otra que ponerse a buscar en el disco duro para intentar encontrar, o bien fotos a las que en un primer momento mandaste al paredón y hoy quieres volver a dar una segunda oportunidad, o bien fotos que tenías reservadas para algún momento especial, pero a las que, si esperas demasiado, les puede pasar como a los vinos: dejarlos reposar un tiempo está bien... pero sólo un tiempo.

La foto que hoy os traigo pertenece al segundo grupo. Una foto que nos gustó mucho en su momento y que fui dejando, fui dejando... Tanto la fui dejando que casi me había olvidado de ella. No, tanto como olvidarme no, pues ésta la tomamos entre Felipe, Luis y yo una noche que empezó casi como cualquier otra, pero que terminó muy diferente a ninguna otra.

El lugar es la ermita de San Isidro, en La Guardia (Toledo), y de la cual no queda mucho más que lo que podéis ver en la foto. Cuando llegamos al lugar, después de darle una vuelta por el exterior, y explorar el interior, decidimos que haríamos una foto desde fuera y otra desde dentro. Pero, para esta última pensamos en hacer una iluminación diferente. 

Lo habitual cuando te encuentras con una edificio, una casa abandonada, una torre, es sacar luz desde dentro y hacia afuera, simulando vida en el interior del edificio. Ahora bien, cuando entramos dentro y vimos el interior, con toda la vegetación que se había abierto paso dentro y, sobre todo, con lo que quedaba de un árbol grande que aún conservaba muchas de sus ramas, pensamos que, en esta ocasión, cambiaríamos el guion. Esta vez iluminaríamos desde fuera hacia dentro, metiendo luz hacia el interior del recinto. Esa noche la iluminación sería diferente. La idea nos gustó a los 3, aunque pensamos que no iba a ser suficiente. Hacer que entrara luz por esa puerta no iba a rellenar la foto, así que se nos ocurrió que el árbol que había dentro nos podría ayudar a crear un curioso efecto que ya habíamos probado en Valdenoceda hacía años: iluminar desde detrás de las ramas del árbol, de forma que las sombras que se producían quedaran plasmadas en el interior de las paredes de la ermita. 

Así que planté el trípode, busqué encuadre, y entre Luis y Felipe se repartieron los papeles de iluminación, hecha, como podéis imaginar si seguís con asiduidad este blog, con luz cálida y ajustando el balance blancos a una temperatura de 3200K para compensar el tono cálido de la luz aplicada. No fue necesario repetir la foto demasiado. El trabajo no era complicado, o eso nos pareció, aunque, claro, en equipo, el trabajo sale mejor ;-)

Además, el efecto conseguido desde la primera foto nos gustó, así que, ¿para qué hacer más variaciones?

Cuando estábamos cerca de irnos nos pasó algo que hizo que desde ese momento la conversación dejara de girar en torno a la foto que acabábamos de tomar. En un momento determinado me acerqué al coche, que habíamos dejado algo retirado de donde estaba la ermita. No recuerdo a qué fui, pero lo que sí recuerdo es lo que vi al volver. Felipe y Luis estaban comentando algo y cuando llegué hasta donde estaban ellos Felipe tenía una cara mezcla de susto y sorpresa. Cuando les pregunté qué había pasado, Felipe me contó lo siguiente:

- Mientras tú ibas al coche, nosotros salimos de la ermita y nos fuimos andando por el camino - dijo, señalando un camino que salía del campo y llegaba hasta la ermita - Yo iba delante, como mirando al suelo y, de pronto, tuve la sensación de como si me fuera a chocar contra algo. Esa típica sensación que tenemos cuando vamos despistados y sentimos que nos vamos a chocar con una pared. Me he parado de golpe y al levantar la vista he visto y he sentido como una especie de sombra enfrente de mí, pegada a mí, que se ha esfumado.

Segundos de silencio. Miradas.. Yo esperaba que Felipe se echara a reír y dijera "¡que no, hombre, que no!¡que es broma!"... pero no lo dijo. Es más, su cara seguía igual de seria y, como decía antes, la fotografía pasó a un segundo plano.

Pero no solo hablamos de lo que había pasado, sino también de una información que habíamos conocido esa tarde, la leyenda del Santo Niño de la Guardia, una historia según la cual varios siglos atrás un niño había sido raptado y torturado por varios judíos y judeoconversos en esta localidad, aunque no teníamos la completa seguridad de que el lugar donde la historia estaba basada fuera el lugar donde se había construido la ermita que habíamos visitado.

Años después, seguimos recordando esa noche. Y no deja de sorprenderme lo vivo que tiene Felipe el recuerdo de lo que sintió o de lo que vio. ¿Fue sugestión? ¿Realmente había algo? No tengo ni idea, pero sí sé que cuando Felipe habla de esto, deja las bromas aparte, porque fuese lo que fuese él sintió algo aquella noche.

Una foto a la que le tengo mucho cariño y que, ni la foto, ni la historia, podían quedarse en el baúl de fotos de mi ordenador.

Espero que os guste. Si tenéis preguntas o comentarios, por favor, no dudéis en hacérmelas llegar. 

¡Hasta pronto!


Los datos EXIF:

mara: Canon 6D
Focal: 14 mm 
Exposición: 15 sg 
Apertura: f/2.8
ISO: 1600




miércoles, 3 de marzo de 2021

Apunta, dispara y corre II

Hace días pensaba en lo curioso del poder que puede tener algo que vivimos con intensidad. Es capaz de no dejarnos olvidar momentos, situaciones, conversaciones, gestos, sonidos u olores. Yo no sé a vosotros, pero a mí me pasa con esta afición mía que conocéis y que es la fotografía nocturna.

Así es, puede pasar mucho tiempo en mi cabeza y permanecer en algún rincón todo tipo de recuerdos o de sensaciones relacionadas con un hecho concreto. Y pensaba hace días en esto recordando la noche en que tomé esta fotografía. Dejadme que comparta con vosotros aquel recuerdo.

Era el mes de julio de 2019 (se me hace tan lejano después del 2020 que hemos tenido...). Días antes había hablado con Felipe sobre acercarnos a Brihuega y pasar una tarde haciendo fotos a los campos de lavanda, que por esta época estaban en su máximo esplendor.

Elegimos un día para que el que, además, daban posibilidad de tormentas. Y, todo sea dicho, después de la experiencia brutal que habíamos vivido 2 años antes fotografiando los mismos campos una tarde de tormenta, la idea de tirar fotos a un campo de lavanda bajo un cielo con rayos nos motivaba bastante. 

Así pues, esa tarde recogí a Felipe y a Paula, su hija, quien también quiso venirse, y nos pusimos rumbo a Brihuega. Llegamos cuando aún estaba alto el sol y nos fuimos directos a uno de los campos más grandes que, como era de esperar, estaba bastante concurrido de paseantes, curiosos y, por supuesto, fotógrafos. Por este motivo decidimos movernos de allí e ir hacia algún otro campo en el que hubiera menos gente. Encontramos uno donde estuvimos haciendo varias fotos e, incluso, fotografiando el atardecer. Un atardecer que, todo sea dicho, no pasará a los anales de la historia de la fotografía por haber sido espectacular. Así que, cuando hubimos acabado, recogimos y nos volvimos a montar en el coche. Cuando deshacíamos el camino andado algo más de una hora antes, nos dimos cuenta  de que unas nubes con pinta de ir cargadas de mucha agua, y de mucha  electricidad se acercaban cada vez más hacia donde estábamos, hacia los campos de lavanda, así que pensamos en volver al sitio donde inicialmente habíamos estado cuando llegamos a Brihuega... por si acaso. Cuando vimos que las nubes nos enseñaron los rayos que, efectivamente, llevaban escondidos, pisé algo más el acelerador, pues ninguno queríamos perder la oportunidad que se nos estaba brindando.

Cuando llegamos a aquel punto donde inicialmente habíamos estado, nos encontramos con que quedaba muy poca gente, y esa gente empezaba también a marcharse. Esto es lo normal. Estás en el campo, se acerca una tormenta, te llega el típico olor de tierra mojada... lo lógico es pensar que la tarde ya ha dado de sí todo lo que tenía que dar, recoger y marcharte... salvo que lleves un trípode, una cámara, y estés convencido de que tu suerte puede estar a punto de cambiar.

Una vez llegamos al sitio que habíamos elegido para sacar fotos, plantamos trípodes, montamos cámaras y disparadores, y empezamos a hacer pruebas. Para suerte nuestra, en el horizonte empezaron a pintarse rayos que pudimos, mejor o peor, captar con nuestras cámaras. Estuvimos un rato así viendo rayos y escuchando truenos hasta que, empezó a chispear y, poco a poco, a llover más fuerte. Nos dio, además, la sensación de que esos truenos sonaban más fuerte, como si la tormenta estuviera más cerca. Como si el espectáculo que estábamos viendo lejos en el horizonte, se estuviera acercando. 

Esa sensación que estábamos teniendo se convirtió en certeza cuando pudimos comprobar que el tiempo entre el resplandor y el sonido cada vez era menor. Y es en ese momento cuando piensas que no sabes qué hacer: ¿recoges y piensas que no merece la pena jugártela? ¿Aguantas un poco más porque crees que todavía no ha llegado la foto que te quieres llevar? Acertadamente o no, yo decidí moverme al punto donde está hecha esta foto y seguir disparando. Con miedo, pero seguí disparando. Disparando con el mando y alejándome del trípode por si las moscas.

Felipe ya había recogido. Llevaba muy buen material, y lo mejor que podía hacer era eso. Recogió pero tanto él como Paula se quedaron conmigo. Sin embargo, no tenía mucho sentido que estuviéramos los 3 allí jugándonosla sin motivo. Así que Felipe me dijo que si no podía ayudar en nada, que se iban a ir al coche.

 -¡Id yendo al coche, que ahora os cojo! - Les dije

En ese momento yo había colocado la cámara en vertical para intentar sacar una panorámica de 5  fotos. No pedía nada más... ni nada menos. En ese momento, 5 fotos se me estaban haciendo eternas. No sé si podéis imaginar lo largo que se pueden hacer 30 segundos cuando estás deseando acabar porque, por ejemplo, tienes enfrente de ti una tormenta que pareciera que te ha visto, que te está mirando y está pensándose si saludarte o no con una descarga de 100 millones de voltios. Sin embargo la tormenta no avanzó más lo que me hizo pensar que podría seguir disparando hasta conseguir la foto. Y esa era mi intención... hasta que pasó lo que pasó.

Cuando estaba cerca de acabar la primera tanda de 5 fotos para la panorámica, de pronto, un resplandor brutal encendió el campo y seguidamente un trueno mucho más fuerte que cualquiera de los que habíamos escuchado esa noche sonó a mis espaldas. 

Sí, detrás de mí otro foco que, si pudiera juzgarse un nivel de enfado por lo fuerte que suena un trueno, podría decir que el enfado era de 10 elevado al cubo. Y la sensación que yo tenía en ese momento es como la que se tiene cuando estás haciendo algo que está mal, algo que sabes que está mal, y de pronto oyes una voz a tu espalda que dice "y tú, ¿qué haces aquí?" Podría decirse que eso es lo que yo escuché.

A estas alturas de película, yo me encontraba haciendo la cuarta foto de la serie de 5. Y tenía pocas opciones. Tres, contaba yo: una, disculparme por estar allí y recoger y salir escopetado al coche. Otra, quedarme quieto y no moverme e incluso alejarme del trípode, por lo que pudiera pasar. Al final opté por la tercera, que fue hacer oídos sordos, pero nervioso, y con una gran susto en el cuerpo, mover la rótula para sacar la quinta foto y, disimuladamente, disparar... y que fuera lo que Dios quisiera.

Por suerte, finalmente no pasó nada, y cuando el obturador se cerró, desmonté el equipo lo justo para poder meterlo en la mochila y salir de allí pitando. Según iba bajando empezó a llover con mucha fuerza así que parece que más de lo que hice no habría podido hacer.

En momentos como los que viví, no es fácil tomar una decisión sobre si hacer lo que debes, o esperar porque tienes la sensación de que la foto que tomes puede merecer la pena. Yo siempre recomiendo lo mismo. No merece la pena jugársela por una foto. Cuando me preguntan, "y tú, ¿por qué lo haces?", yo siempre digo "haz lo que te digo, y no lo que yo hago".

Esta foto la presenté al concurso "Epson PanoAwards" recibiendo una mención de bronce en categoría de paisajes.

Espero que os guste. Como siempre, si tenéis alguna pregunta, no dudéis en hacerla.

¡Hasta pronto!

Los datos EXIF:

5 fotos con orientación vertical
mara: Canon 6D
Focal: 16 mm 
Exposición: 30 sg 
Apertura: f/2.8
ISO: 400