• Siguenos en Flickr
  • Siguenos en Blogger

martes, 16 de abril de 2019

Bajo un manto verde II

Hace cuatro años, una mañana, recibí una llamada. Era César Vega quien me propuso una aventura a la que difícilmente podía negarme: una semana en Islandia. Tenía planeado viajar con su hermano Javier, y pensaron que sería buena idea hacerlo con una tercera persona. Y tenía todo el sentido del mundo. En un viaje como éste, el volumen del equipaje es determinante a la hora de elegir el número de personas que van a formar parte del grupo de viaje. Aparte de la maleta que debes llevar con ropa de abrigo, hay que contar con la parte de equipaje formada por el equipo fotográfico, y que, en la mayoría de los casos, ocupará un gran volumen. Por ello, teniendo en cuenta que es un viaje en el que hay que alquilar un medio de transporte, generalmente un coche, 3 personas es un número perfecto si piensas en que un maletero ya puede quedarse bastante justo para llevar 3 maletas grandes y 3 mochilas con un equipos fotográficos bastante completos. Ahora piensa que en lugar de 3 personas, fuesen 4 las que formaran el grupo...

Aquella mañana César me dijo que Felipe Carrasquilla, a quien se lo había propuesto inicialmente, y a quien le era imposible viajar en esas fechas, le propuso mi nombre como tercer miembro del grupo. Por suerte para mí, las fechas en que César y su hermano querían viajar me venían bastante bien, así que sin pensármelo mucho, dije que sí.

Islandia es un país que para el fotógrafo de paisaje, pero, especialmente, para el nocturno, tiene un atractivo especial. Son muchos los lugares icónicos que crearon los primeros fotógrafos que visitaron la isla. Entre esos lugares icónicos se encuentra el avión Navy R4D-9 abandonado en una playa próxima a Vik i Myrdal.

En ese primer viaje, como no podía ser de otra forma, visitamos ese avión. Además, para suerte nuestra, la Dama Verde nos estaba esperando en aquella playa. Sin duda, fue una noche inolvidable. Si tienes curiosidad, la historia de aquella noche la puedes encontrar aquí.

Tres años más tarde, me vi volviendo a Islandia, aunque mis compañeros de viaje en esta ocasión fueron Cristina García y Felipe Carrasquilla. Cristina ya había estado en Islandia, casualmente el mismo año en que viajé con César, pero Felipe aún no había tenido el placer de conocer este increíble país. 

Puedo entender, porque yo lo he vivido, las sensaciones de viajar por primera vez a Islandia, cuando durante años has estado viendo tantas fotos (buenísimas en su gran mayoría) que casi podría decirse que conoces el país a pesar de no haber puesto un pie allí. Esa primera vez quieres conocerlo todo, quieres verlo todo, quieres vivir a tope cada minuto que vas a pasar allí. Pero todo no se puede, y tienes que seleccionar. Además, tienes que dejar cosas para la próxima vez, ¿no crees? ;-).

Entre los destinos que seleccionamos en este viaje estaba el famoso avión. Es normal. En la ruta que habíamos planificado se encontraba la opción de visitarlo pues íbamos a pasar basante cerca. Yo también fui a visitarlo la primera vez que viajé a Islandia. ¿Cómo no hacerlo? Ahora bien, las cosas habían cambiado mucho desde la primera vez hasta ahora. Hace años podías desplazarte con tu coche hasta las mismísimas alas del avión. Un trayecto de unos 10 minutos en coche por la arena negra de la playa. Hoy en día la cosa es muy diferente. Parece ser que el dueño del terreno en el que se encuentra el avión, está cansado de tanto coche en sus tierras y ha decidido vallar el acceso. Así que hoy en día hay que dejar el coche en un parking que está a unos 4 km del avión. Cuatro kilómetros (unos 40-45 minutos a paso ligero) de ida y otros cuatro de vuelta. Cuatro kilómetros que se pueden hacer un poco pesados cuando llevas colgados a tus espaldas una mochila cargada de un pesado equipo fotográfico y al hombro un trípode .

El caso es que, aunque Cristina y yo ya conocíamos el avión (en su viaje, Cristina también había estado), entendíamos perfectamente el interés y las ganas de Felipe por ir allí, así que no hubo ninguna duda sobre si había o no que ir. Fuimos, y punto.

Y mereció la pena. ¡Vaya si mereció! Para esa noche daban kp4 y, aunque parecía que las nubes nos iban a acompañar cubriendo completamente el cielo, en más de un momento se apartaron para poder dejarnos ver las luces verdes. Uno de esos momentos fue éste que puedes ver. Un momento en que las nubes teñidas de la luz de la aurora se desplazaban hacia nosotros dejando ver en la cámara una fuga preciosa. Un momento especial también porque una vez más volvíamos a disfrutar de la fotografía nocturna, pero esta vez en el país de las auroras boreales. Y lo hacíamos como nos gusta, trabajando la foto en equipo, jugando con la iluminación. 

Te cuento cómo trabajamos la foto. Para la iluminación del interior del avión, uno de nosotros se metió en su interior y se quedó allí mientras hicimos pruebas. Esta iluminación la hicimos con linterna cálida de no mucha potencia. Otro de nosotros se encargó de la iluminación exterior. Para esta iluminación usamos linterna fría de alta potencia. ¿Por qué linterna de alta potencia? Hay varios motivos. Primero porque el sujeto a iluminar es grande. Segundo porque el tiempo de disparo no debía ser demasiado alto, y para que el elemento a iluminar quede bien iluminado en poco tiempo, la linterna usada es recomendable que sea potente. Y tercero, y, quizá, más importante, por el suelo. Sí, el suelo. Os puede resultar extraño, pero os lo explico ya mismo. 

El avión está abandonado en una playa de arena negra. Estamos sacando foto en un país donde la contaminación lumínica es mínima, por no decir, inexistente. Y, para colmo, no había luz de luna que nos ayudara a la iluminación. ¿Qué significa esto? Que la arena negra se come prácticamente toda la luz que le apliques. Absorbe mucha luz y refleja muy poca. Por ello era importante tener tiempo suficiente para iluminar el avión y dedicar un tiempo significativo para iluminar el suelo. 

La orientación de la iluminación exterior y del suelo, como podéis imaginar, se hizo de izquierda a derecha, aunque en los úlltimos segundos se aplicó al suelo algo de luz desde la derecha.

Felipe vio su primera aurora boreal (aunque no sería la única) y sé que lo disfrutó, y me alegré por ello. Ahora bien Cristina y yo no disfrutamos menos. Los que nos conocéis imaginaréis que los 3 teníamos muchas ganas de hacer este viaje. Un viaje que no fue fácil cuadrar, pero que al final, felizmente, se hizo realidad.

Como de costumbre, si tenéis dudas sobre la foto, sobre la iluminación, sobre cualquier tema relacionado con la foto, podéis preguntar lo que os apetezca.

Espero que os guste.

¡Hasta la próxima semana!

Los datos EXIF:

mara: Canon 6D 

Focal: 16 mm 
Exposición: 36 sg 
Apertura: f/2.8
ISO: 4000



0 comentarios:

Publicar un comentario