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martes, 26 de febrero de 2019

La Erupción

Hace unos meses un compañero de trabajo al que le recomendé ir a Islandia, me dijo en una conversación sobre el viaje que finalmente hizo a esta increíble isla que entre las cosas que menos le habían impresionado estaban las auroras boreales. Mi estupefacción fue absoluta. Lo cierto es que no me esperaba una afirmación como ésa. Vamos a ver, no a todo el mundo le tiene que gustar lo mismo, es evidente. Pero si haces un viaje a Islandia en otoño o invierno, generalmente es porque deseas, además de ver todas las maravillas naturales que ofrece este país, vivir la experiencia de la Aurora Boreal. Porque, en mi opinión, es algo único y espectacular.

Lo reconozco: no estaba preparado para una frase así. En ese momento, mi obtuso cerebro lo único que fue capaz de pensar fue: "claro, será porque no habrá visto una aurora boreal de esas que quitan el hipo". Y este cerebro mío no dio para mucho más.

Pues sí, lo reconozco: me gustan las auroras boreales. Me tienen enganchado. Auroras de esas que quitan el hipo y de las que sólo son una franja verde que sirve para dejar testimonio de que estás en el país de las luces verdes. Sí, claro, estas últimas me gustan un poco menos, pero también me gustan, ¡cómo no!

La fotografía que hoy quiero enseñaros es una en la que se ve una aurora boreal que no es de esas que dejan con la boca abierta, pero que te dibuja una sonrisa en la cara, parecida a la que tengo en el instante en que estoy escribiendo estas líneas recordando aquella noche. Dejadme que os hable un poco de ella.

La tarde que precedía a la noche en que tomé esta foto estaba marcada en la planificación como "Stokksnes". Para los que no conozcáis mucho de este sitio, se trata de una playa que poco a poco se va haciendo bastante popular. Quizá no tanto por la playa como por las montañas Vestrahorn que la limitan en un buen tramo.

Tras pagar el peaje de turno que sirve para que puedas meter el coche en el área, pasamos lo que nos quedaba de tarde tomando fotos del lugar, esperando ansiosos a que llegara la noche. La verdad es que la predicción de auroras boreales para esa noche no era la mejor. Creo que estaba en kp 2 ó 3, no recuerdo bien, lo que se traduce en que, con un poco de suerte, vas a poder ver un suave resplandor en el cielo. Lo mejor es que el cielo estaba despejado, y que no había luna, lo cual iba a ayudar a que la luz que encontráramos, poca o muy poca, se viera con más intensidad.

Cuando la noche llegó buscamos un lugar en la playa donde poder sacar una foto que nos convenciera. Una vez colocados, con cámara y trípode montados, sólo quedaba esperar haciendo pruebas con diferentes parámetros configurados en la cámara y, por qué no, aplicando algo de luz sobre ese suelo de arena negra cubierto en ciertas zonas por un suave manto de nieve. 

Había que tener una cosa en cuenta, y es que para esa noche se nos habían juntado los peores factores que podíamos tener: ausencia de luz de luna y un suelo casi negro que iba a absorber la poca luz que le llegara de... ¿las estrellas? Así que pensamos en ayudar a sacar un poco de información de ese suelo aplicando un poco de luz blanca. Como esto no iba a ser suficiente, decidí exprimir mi 6D casi al máximo. Coloqué un objetivo Samyang de 14 mm, cuya apertura máxima era de 2.8, aumenté el tiempo de exposición a 36 sg (algo raro si quieres fotografiar auroras boreales), y tiré de un ISO de 6400. Artillería pesada al poder.

Cuando el frío empezaba a ganar a la ropa de abrigo que llevábamos, un ligero resplandor apareció sobre las montañas. ¿Sería la llegada de la aurora? No podía ser otra cosa, pero, aun así, la cámara nos daría la confirmación definitiva. Así que disparé. Verde. Efectivamente, la Dama Verde entraba por la puerta... aunque entraba tímidamente. De todas formas, era el momento de tirar de tarjeta SD y disparar y disparar.

Nuestra sorpresa vino cuando vimos que la intensidad de lo que aparecía en la cámara iba creciendo, hasta el punto de que no llegamos a necesitar la pantalla de la cámara para poder ver verde sobre las montañas. En plena oscuridad, a simple vista, encontramos los tonos verdes de la aurora. No tuvieron la intensidad de otras veces, cierto, pero no menos cierto es que aquello que vimos fue mucho más de lo que realmente me esperaba, contando con la previsión que conocíamos.

Varias horas estuvimos allí, aguantando el frío húmedo de Stokksnes. Pero creo que mereció la pena. Y no creo, estoy convencido, de que repetiría (como ya te he dicho, estoy enganchado a Islandia).

Creo que si eres de los afortunados que ha viajado a Islandia, que conoce la isla, y que ha visto la Luces del Norte, es muy posible que puedas entenderme. Si no las conoces, sólo puedo recomendarte que, si en algún momento has tenido curiosidad por saber qué es eso que hace que cada año miles de fotógrafos viajen hasta esta isla, hagas lo posible por ser uno de ellos. Creo que puedo apostar, con muy poca probabilidad de equivocarme, a que vivirás unas sensaciones muy parecidas a las que yo viví. Claro, que puedo equivocarme. Y es que, para todo, siempre hay excepciones ;-)

Para acabar, os dejo los datos con los que tiré esta foto.

Como siempre, espero que os guste y, una vez más, si tenéis alguna duda o curiosidad, no dudéis en preguntármela.

¡Hasta pronto!

Los datos EXIF:

mara: Canon 6D 

Focal: 14 mm 
Exposición: 36 sg 
Apertura: f/2.8
ISO: 6400





jueves, 21 de febrero de 2019

Peregrinos

Si sigues este blog con asiduidad sabrás que soy un gran aficionado a la fotografía nocturna. Raro es el mes que no salgo una o dos noches como mínimo para disfrutar de esta afición. Generalmente el sitio al que me tengo que desplazar no suele estar muy lejos de donde vivo. Y es que, si bien, coger el coche y, tras una semana de trabajo, hacerte un viernes o sábado decenas de kilómetros para llegar a una localización nocturna, ya es cansado, imagínate si las decenas de kilometros se convierten en centenas. Por este motivo, intento (o intentamos, cuando salgo con mis amigos y compañeros de fiestas fotográficas nocturnas) que estas distancias no sean muy grandes.

Pero hay veces en que esto no es posible. Consigues encontrar una localización que has visto en alguna foto, o revista, o que alguien te ha dchivado, y descubres que está a más de 200 km de tu casa... ufff, pereza enorme. Sin embargo, apuntas esa localización por si un día pasas cerca de ese sitio... o por si algún día cambias de opinión, y te ves con fuerzas para sumar 200 km de ida y otros tantos de vuelta a los que ya llevas hechos durante la semana. Y esto es lo que nos pasó el viernes que salimos a hacer esta fotografía.

Inicialmente aquella tarde sólo íbamos a quedar Felipe Carrasquilla y yo para ir hasta donde se encontraba esta construcción. Sin embargo, a última hora se apuntó también César Vega, a quien le había propuesto el día anterior que se viniera, pues, aunque las condiciones meteorológicas no fueran las ideales, seguro que podríamos echarnos unas risas.

Así pues, recogí a Felipe y quedamos con César en un parking de Torrelodones. Allí elegiríamos un coche en el que ir los 3, pues es tontería llevar más coches de lo necesario. El viaje de ida a mí se me hizo más largo de lo normal, aunque gracias a la buena compañía se me hizo más ameno. Para esa noche teníamos seleccionado, aparte de este humilladero, un castillo que no estaba demasiado lejos de esta construcción. Total, unos kilómetros más o menos tampoco iban a agotarnos mucho más.

En primer lugar fuimos al humilladero. Nada más llegar lo primero que nos llamó la atención fue un camino de luces que conduce desde la carretera hasta el mismo humilladero, un pequeño detalle que para nosotros se convirtió en una pega. Puedo entender que estéticamente puede estar hasta gracioso, pero a nosotros nos hizo la puñeta, pues, unas luces con un color no muy limpio, lo que hacían era contaminar de un color feo la piedra que formaba parte del humilladero. Por otro lado, al llegar nos dimos cuenta de que detrás de la construcción de columnas se encontraba la luna, y a ninguno de los 3 nos apetecía meter este elemento en nuestros encuadres. Y por último, el cielo no tenía pinta de que fuera el más bonito que habíamos tenido en los últimos meses.

Todo esto hizo que nos planteáramos ir a cenar antes de ponernos a hacer fotos. ¿Qué conseguiríamos con esto? Evidentemente con las luces del camino no íbamos a poder ahcer mucho, pues no creo que las bombillas o leds que formaban el reguero de luces fueran a fundirse en una hora. Sin embargo, el cielo podría mejorar y, además, la luna, que se encontraba en un punto descendente en su trayectoria, podría desaparecer dándonos una inmensa alegría.

Sin embargo hicimos algo que tiene su riesgo si has decidido marcharte: sacar una cámara para ver encuadres, parámetros... en definitiva, para ver cómo quedaría una foto. Después de una cámara va otra, y claro, como no hay 2 sin 3, finalmente aparece la última cámara. 

Y allí estábamos los 3, de rodillas frente al humilladero como 3 peregrinos. En vez de bastones y cantimploras llevábamos trípodes y cámaras, pero cualquiera que nos hubiera visto de lejos podría habernos confundido :-)

Y después de encuadrar va un "oye, dale un poco de luz por ahí, a ver cómo quedaría". Y después va un "oye, pues el cielo no está tan mal, y parece que va mejorando".

En fin, que la cena tuvo que esperar. Probamos diferentes encuadres con diferente iluminación. Y, entre todos, el que hoy te muestro. Entre prueba y prueba, y encuadre y encuadre nos dimos cuenta de que la luna había bajado hasta que se colocó detrás del humilladero. Fue el momento de probar la foto frontal.

Entre los 3 nos repartimos la iluminación. Uno de nosotros se colocaría detrás de la cruz y repartiría  luz nadir, o luz que va de abajo a arriba. Con ello conseguiríamos iluminar las 4 vigas que conectaban las columnas, y las columnas traseras. Por otro lado, dimos luz a las columnas delanteras desde ambos lados y a la cruz desde un lateral. Y por último, luz al suelo, aunque suavemente. Lo justo para quitar las zonas más negras de la foto. Toda la iluminación la hicimos con luz blanca. Para esta foto pensamos que le iría mejor este tipo de iluminación.

Este fue el último encuadre que hicimos. Unas pruebas más tarde nos dimos por satisfechos. Ahora sí. Ahora ya podíamos guardar las cámaras y recoger los trípodes... e irnos a cenar.

¡Hasta pronto!

Los datos EXIF:

mara: Canon 6D 

Focal: 14 mm 
Exposición: 30 sg 
Apertura: f/5,6
ISO: 1600



miércoles, 6 de febrero de 2019

Seguro en tu refugio

Uno de los fenómenos meteorológicos que más me fascinan son las tormentas. Creo que es de esos fenómenos que pueden darte ese golpe de realidad y hacerte ver lo pequeño que eres en este mundo. En una ciudad o en el campo (quizá especialmente en el campo), como es el caso de la foto que esta noche te traigo, oír cómo el cielo se rompe, y cómo de pronto se ilumina. Es alucinante, ¿no crees?

Entiendo que haya muchas personas a la que les producen pavor. Gente que en momentos de tormenta no quiera salir de casa. En casa se está muy bien viendo esos relámpagos y escuchando esos truenos. Y si es en la lejanía, mejor. No sé si tú eres de esas personas que prefieren tener a las tormentas bien lejos. Yo, quizá, debo de ser un tipo de tío raro, porque me pasa la contrario. Y no es que me gusten las tormentas. Es que me gusta vivirlas de cerca. O, al menos, pegado al límite, en el lado donde se puede estar seguro. Lo malo es que a veces he estado en el otro lado, el lado equivocado.

Sí, me gustan las tormentas. Me ponen de buen humor, fíjate. Y si, además, llevo una cámara encima, más contento me ponen.

El día que tomé esta foto, sin embargo, mi idea inicial era la de sacar fotos en las que apareciera la Vía Láctea, así que buscamos una zona en la que la contaminación lumínica no fuera muy alta, así que nos fuimos a Toledo. El desarrollo de las primeras horas de esa tarde la puedes leer en esta entrada. Si entras verás que lo que esa noche fotografié dista mucho de lo que yo quería inicialmente, pero me valió igualmente. 

La foto del enlace que acabo de poner fue la primera de esa noche, pero no sería la última. Cuando acabamos de fotografiar ese árbol, nos fuimos a unos kilómetros de ese lugar, hasta un punto en el que tenía localizados unos chozos, ya sabes, cabañas de pastores. Este tipo de construcciones son un buen recurso del que tiramos mucho en fotografía nocturna. Los motivos son varios: están alejadas de los focos de luz, son fácilmente iluminables y dan juego a la hora de usar luz artificial. 

En el lugar donde encontramos este chozo comprobamos que el cielo no había cambiado de lo que inicialmente habíamos encontrado, así que continuamos con la idea de seguir cazando tormentas.

Una vez estuvimos al lado del chozo, buscamos un encuadre en el que poder sacar la tormenta que a lo lejos veíamos. Éste, el de la foto que hoy puedes ver, no es el mejor que ese chozo tiene, pero sí era el mejor que encontramos para poder sacar la tormenta. Sólo quedaba ajustar parámetros, hacer pruebas de iluminación, y disparar y disparar la cámara.

La iluminación no iba a tener mucha dificultad. Con una linterna cálida de no demasiada potencia iluminaríamos el interior del chozo, por lo que alguien debería meterse dentro de la cabaña con la linterna. Y desde la derecha, alguien con una linterna de la misma potencia iluminaría el chozo y ligeramente el suelo para levantar un poco las zonas oscuras de la foto. Fueron varios los disparos que hicimos hasta conseguir iluminar de forma correcta, y para cazar ese maravilloso resplandor en el cielo. Y, por fin, conseguimos la iluminación como la queríamos y el resplandor donde lo buscábamos.

Para terminar, sólo una aclaración. Las tormentas pueden tener su peligro, no hay que tomarse a broma fotografiarlas. Reconozco que a veces me he arriesgado un poco más de lo normal, pero nunca me la he jugado en serio (o eso creo). Aun así, no recomiendo arriesgar al máximo. Hay que ser siempre muy conscientes de lo que estamos haciendo.

A continuación, y como de costumbre, os voy a dejar los datos EXIF de la foto. Quizá os extrañen los parámetros que configuramos en la cámara. Si es así, como siempre, podéis preguntarme por eso o por cualquier otro detalle de la foto.

Sea como fuere, espero que os guste la foto. 

Muchas gracias por haber leído esta entrada, y ¡hasta pronto!

Los datos EXIF:

mara: Canon 6D 

Focal: 16 mm 
Exposición: 6 sg 
Apertura: f/2.8
ISO: 2000