Esa noche quedamos José Manuel y yo. Éste era el segundo chozo que fotografiábamos, y lo cierto es que no habíamos quedado muy contentos con el primero. Casi seguro que habrá que repetirlo. Una de las causas por las que la foto no fue de nuestro agrado fue la contaminación lumínica que había en la zona. Noche sin luna, 23:30 de una noche de primavera y podíamos ver con bastante claridad sin la necesidad de linternas. Esto se debía a que la contaminación lumínica que Madrid nos regala, reflejada en las nubes de esa noche, se tradujo en un cielo iluminado que se encargó de repartir luz en el suelo.
Curiosamente, mismas esas nubes culpables de afear el cielo y la foto del primer chozo, serían las que se convertirían casi en protagonista principal de la segunda foto, pero, en esta ocasión, para bien.
Una vez encontrados los encuadres con los cuales tiraríamos foto, nos repartimos la iluminación. José Manuel se encargaría del interior del chozo, mientras yo me encargaría de iluminar desde la parte derecha de la foto, no sólo el chozo, sino también el árbol y el primer plano. Uno, dos, tres, disparo, 30 segundos y.. ¡sorpresa! La contaminación lumínica, esas nubes abriéndose, y el movimiento de las mismas, tomaron casi todo el protagonismo de la foto. Había que aprovechar el momento. Esas nubes no estarían ahí por mucho tiempo, así que sin perder tiempo, tomamos 6 ó 7 fotos... Y en cada una de ellas, corrigiendo fallos de iluminación, hasta que llegamos a tener la foto que teníamos claro que queríamos: un cielo en llamas.
Como podéis imaginar, el tipo de linterna utilizado fue de luz blanca. ¿Por qué? Muy sencillo: la contaminación lumínica tan fuerte producida desde Madrid, fue ideal para darle un color naranja fuerte marcando el balance de blancos a una temperatura de 5500 K.
Como de costumbre, para ver desde dónde se disparó la foto, pulsa aquí
Los datos EXIF:
Cámara: Canon 500D
Focal: 11 mm
Exposición: 38 sg
Apertura: f/2,8
ISO: 200
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