Uno de los fenómenos meteorológicos que más me fascinan son las tormentas. Creo que es de esos fenómenos que pueden darte ese golpe de realidad y hacerte ver lo pequeño que eres en este mundo. En una ciudad o en el campo (quizá especialmente en el campo), como es el caso de la foto que esta noche te traigo, oír cómo el cielo se rompe, y cómo de pronto se ilumina. Es alucinante, ¿no crees?
Entiendo que haya muchas personas a la que les producen pavor. Gente que en momentos de tormenta no quiera salir de casa. En casa se está muy bien viendo esos relámpagos y escuchando esos truenos. Y si es en la lejanía, mejor. No sé si tú eres de esas personas que prefieren tener a las tormentas bien lejos. Yo, quizá, debo de ser un tipo de tío raro, porque me pasa la contrario. Y no es que me gusten las tormentas. Es que me gusta vivirlas de cerca. O, al menos, pegado al límite, en el lado donde se puede estar seguro. Lo malo es que a veces he estado en el otro lado, el lado equivocado.
Sí, me gustan las tormentas. Me ponen de buen humor, fíjate. Y si, además, llevo una cámara encima, más contento me ponen.
El día que tomé esta foto, sin embargo, mi idea inicial era la de sacar fotos en las que apareciera la Vía Láctea, así que buscamos una zona en la que la contaminación lumínica no fuera muy alta, así que nos fuimos a Toledo. El desarrollo de las primeras horas de esa tarde la puedes leer en esta entrada. Si entras verás que lo que esa noche fotografié dista mucho de lo que yo quería inicialmente, pero me valió igualmente.
La foto del enlace que acabo de poner fue la primera de esa noche, pero no sería la última. Cuando acabamos de fotografiar ese árbol, nos fuimos a unos kilómetros de ese lugar, hasta un punto en el que tenía localizados unos chozos, ya sabes, cabañas de pastores. Este tipo de construcciones son un buen recurso del que tiramos mucho en fotografía nocturna. Los motivos son varios: están alejadas de los focos de luz, son fácilmente iluminables y dan juego a la hora de usar luz artificial.
En el lugar donde encontramos este chozo comprobamos que el cielo no había cambiado de lo que inicialmente habíamos encontrado, así que continuamos con la idea de seguir cazando tormentas.
Una vez estuvimos al lado del chozo, buscamos un encuadre en el que poder sacar la tormenta que a lo lejos veíamos. Éste, el de la foto que hoy puedes ver, no es el mejor que ese chozo tiene, pero sí era el mejor que encontramos para poder sacar la tormenta. Sólo quedaba ajustar parámetros, hacer pruebas de iluminación, y disparar y disparar la cámara.
La iluminación no iba a tener mucha dificultad. Con una linterna cálida de no demasiada potencia iluminaríamos el interior del chozo, por lo que alguien debería meterse dentro de la cabaña con la linterna. Y desde la derecha, alguien con una linterna de la misma potencia iluminaría el chozo y ligeramente el suelo para levantar un poco las zonas oscuras de la foto. Fueron varios los disparos que hicimos hasta conseguir iluminar de forma correcta, y para cazar ese maravilloso resplandor en el cielo. Y, por fin, conseguimos la iluminación como la queríamos y el resplandor donde lo buscábamos.
Para terminar, sólo una aclaración. Las tormentas pueden tener su peligro, no hay que tomarse a broma fotografiarlas. Reconozco que a veces me he arriesgado un poco más de lo normal, pero nunca me la he jugado en serio (o eso creo). Aun así, no recomiendo arriesgar al máximo. Hay que ser siempre muy conscientes de lo que estamos haciendo.
A continuación, y como de costumbre, os voy a dejar los datos EXIF de la foto. Quizá os extrañen los parámetros que configuramos en la cámara. Si es así, como siempre, podéis preguntarme por eso o por cualquier otro detalle de la foto.
Sea como fuere, espero que os guste la foto.
Muchas gracias por haber leído esta entrada, y ¡hasta pronto!
Los datos EXIF:
Cámara: Canon 6D
Focal: 16 mm
Exposición: 6 sg
Apertura: f/2.8
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