• Siguenos en Flickr
  • Siguenos en Blogger

miércoles, 30 de octubre de 2019

Sweet Charlie

No soy mucho de fiestas importadas, debo reconocerlo. Y sí, ya lo sé, la fiesta de Todos los Santos no es algo que sea nuevo en España, cierto. Pero la celebración de la noche del 31 de octubre es algo que nos hemos traído, como muchas otras cosas, de los países angloparlantes. Ya sabéis a qué me refiero: calabazas que simulan ser cabezas con vida, disfraces con el terror como temática, el "truco o trato"... Eso sí debo admitir que la estética de todo lo que rodea a esta fiesta me parece llamativa. Y más cuando se trata de una estética que da mucho juego para esto de la fotografía nocturna.

El caso es que desde ya hacía mucho tiempo tenía ganas de sacar una foto relacionada con todo esto, en la que hubiera calabazas, espantapájaros... y este año decidí tomármelo más en serio. Un día, hablando con el resto de miembros de Luces del Pasado les volví a sacar el tema, pero poniéndonos objetivos, y repartiéndonos trabajo. La idea sería crear un espantapájaros terrorífico (bueno, o algo así...), con una calabaza que vaciaríamos, y en la que haríamos los recortes necesarios para crear una calabaza de Halloween con aspecto maligno, y la montaríamos sobre un par de palos dispuestos en forma de cruz. Para hacer el cuerpo buscaríamos algún trapo que pudiera dar el pego.

Así que nos pusimos manos a la obra. En un principio nos repartimos responsabilidades, aunque al final cada uno aportó lo que pudo y/o quiso. Felipe se encargó de dibujar a modo de stencils unos murciélagos, pues la idea original era colocar murciélagos volando cerca del espantapájaros y se encargó del cuerpo del espantapájaros. En vez de usar una manta, Felipe aportó un antiguo disfraz de zombie que nos vino que ni pintado. Cristina trajo unos sombreros, unos guantes y una camisa negra que también ayudaría bastante en la foto. Y yo me encargué de conseguir la calabaza y de prepararla (vaciarla, darle ojos, nariz y boca), y de los palos que harían de armazón. Teníamos todo lo que necesitábamos. Sólo quedaba juntarse y trabajar en la foto. Finalmente un viernes pudimos juntarnos Cristina, Felipe y y yo, y nos fuimos a un campo que Luis nos había indicado, y que estaba relativamente apartado de contaminación lumínica. Allí montamos el muñeco, lo clavamos, no sin poca dificultad, en la tierra y nos pusimos hacerle fotos.

No sé cuál sería el motivo: falta de inspiración para exprimir el asunto, un muñeco que no terminaba de convencer, el cielo tan poco atractivo que teníamos para esa noche, o un poco de todo, pero lo cierto es que no nos vinimos excesivamente contentos. Así que decidimos que deberíamos quedar otro día, sin esperar mucho, pues la noche de Halloween se acercaba.

Tres días más tarde, Felipe y yo decidimos quedar de nuevo. Cristina no pudo acompañarnos, así que esa noche nos encontramos Felipe y yo sólos. Bueno, solos no. Nos acompañaba nuestro nuevo amigo el espantapájaros del cual intentaríamos sacar algo más de lo que no pudimos días antes.

Quedamos en un descampado en Parla que Felipe había encontrado y en el que había juncos, una de las cosas que habíamos echado de menos en la anterior foto. Decidimos, además, que, al contrario que en la anterior foto, las mangas estarían más sueltas. Pensamos que estando muy estiradas, más que un espantapájaros, nuestro amigo parecería un avión. Por último, creímos que un detalle también importante era hacer que la calabaza mirara a la cámara, independientemente de dónde colocáramos ésta. La intención era conseguir transmitir que el el montaje no era una calabaza, unos palos y un traje de zombie, sino un espantapájaros maldito que nos estaba mirando riéndose. Ése era nuestro objetivo.

Una vez encontrado el punto en el que clavar el muñeco, y tras colocarlo, montamos cámaras y trípodes y nos pusimos a hacer fotos. La cosa tenía mejor pinta que el día anterior. Incluso el cielo, sin ser espectacular, era mucho mejor que lo que habíamos tenido el otro día. Probamos tres encuadres. Pues sí, parecía que habíamos mejorado la foto. Tras terminar la última foto, con un encuadre en el que estábamos mucho más cerca del muñeco, cuando ya estaba a punto de recoger, Felipe me llamó y me pidió que me acercara a la pantalla de su cámara. Lo que vi me hizo sonreír. En lo que simulaba ser la mano izquierda del espantapájaros la luz era diferente. Era una luz que sacaba textura. No sé muy bien cuál fue el motivo. No sé qué fue lo que Felipe quiso probar, pero lo que vi me gustó. Y Felipe me había llamado porque sabía que me gustaría. Así que pensé "aún es pronto para irse a casa". Este último encuadre íbamos a volver a repetirlo, pero cambiando drásticamente la forma de iluminar la foto.

Nos repartimos el trabajo. Uno se iba a encargar de iluminar la calabaza por dentro con una especia de disco iluminador que Felipe había traído y que podíamos activar y desactivar a distancia, y el otro se encargaría de iluminar el resto del cuerpo y la calabaza por fuera, así como el suelo y los juncos. Hicimos varias pruebas, pero con la primera me quedó claro que la foto de esa noche iba a ser esa.

Es curioso cómo puede cambiar el ánimo en cuestión de segundos. Inicialmente nos íbamos a ir a casa contentos porque nos llevábamos una foto que pensábamos que no podríamos mejorar, y en cuestión de segundos la cosa cambió hasta el punto de que nos fuimos muy contentos a casa pues habíamos conseguido una foto que nos había dejado más que satisfechos.

Sobre la iluminación, a continuación te cuento cómo lo hicimos. Nuestra intención era conseguir un cielo tirando a naranja, así que decidimos que el balance de blancos tendríamos que ponerlo a una temperatura alta de forma que todos los tonos amarillos que pudiera tomar el cielo se tornaran en naranja. Colocar el balance de blancos en un valor así nos obligaba a usar iluminación blanca si no queríamos que toda la escena, y no solo el cielo, se volviera también de este color. Así que usamos linterna blanca, una de muy pequeño tamaño e intensidad, para iluminar el espantapájaros, así como los juncos que había detrás de él y el suelo. Para el interior de la calabaza usamos iluminación cálida. El motivo es bien sencillo. Queríamos un color naranja fuerte que destacara en la fotografía para atraer la mirada del observador. Por esto mismo usamos un disco que emitía luz cálida y que, como decía más arriba, podíamos controlar a distancia con un mando remoto. Una cosa tuvimos que tener en cuenta. Esta iluminación, la del interior de la calabaza, está muy encerrada, muy localizada, por lo que era importante encender y apagar la lamparita-disco muy rápidamente. Tanto que en el interior sólo estaría encendida algo menos de 1 segundo.

Cuando nos pusimos a iluminar, quisieron aparecer unas nubes que adornaron el cielo como podéis ver en la foto. ¿Qué más podíamos pedir? 

Por fin teníamos nuestra foto. Esa que desde hacía bastante tiempo tenía ganas de hacer y que, por fin, se iba a venir a casa en nuestras tarjetas.

Poco más puedo contarte sobre esta foto. Sólo desearte, si eres de aquellos que celebra la fiesta de Todos los Santos, que la disfrutes mucho y que tengas un feliz y terrorífico Halloween ;-)

¡Hasta pronto!

Los datos EXIF:

mara: Canon 6D 

Focal: 14 mm 
Exposición: 30 sg 
Apertura: f/13
ISO: 1600





0 comentarios:

Publicar un comentario