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martes, 11 de febrero de 2020

Pastor de nubes

¡Hola!

No sé si os pasará lo mismo que a mí, pero muchas veces, cuando haces una foto, no terminas de estar contento con el resultado. Llegas a casa sabiendo que es casi seguro que el material que tienes no te va a convencer, abres tu foto con tu programa de edición y... efectivamente, la foto no hay por dónde cogerla.

Son muchas las veces que he tenido que volver a un sitio para poder irme contento con las fotos que he obtenido. Dos, tres, y hasta más veces (todo depende de lo lejos que esté el lugar) he tenido que volver a un sitio cuando he pensado que de ese sitio podía sacar más de lo que me llevaba en mis tarjetas de memoria.

El sitio en el que hicimos la foto que esta noche os traigo fue necesario visitarlo 2 veces. No está mal, la verdad. La primera vez creo que la iluminación se nos dio bastante bien. Cuanta más gente haya para iluminar un sitio (siempre con un número máximo razonable), más fácil y rápido será dar con la tecla. En aquella ocasión éramos 3 personas. Más que suficiente para iluminar de la forma en que queríamos. Sin embargo las condiciones en cuanto a cielo no fueron las óptimas, y la foto, aunque creo que bien realizada, no me dio la sensación de que pudiera ser especialmente llamativa. Así que habría que volver.

En esta ocasión sólo estábamos Felipe yo, y sabíamos que íbamos a tener una importante limitación, pues ya conocíamos el sitio, y sabíamos que 2 personas se las iban a ver y a desear para sacar la foto que buscábamos.

Aquella tarde empezaba bien. La previsión sobre el cielo que podríamos tener era suficientemente buena como para que nos desplazáramos hasta allí, así que decidimos ir. Pensamos que posiblemente esa noche podríamos llevarnos a casa lo que no pudimos la vez anterior. Por el camino vimos que el cielo tenía muy buen aspecto lo que alimentaba nuestras esperanzas. Pero según íbamos acercándonos al lugar, la cosa se fue poniendo fea. Las nubes empezaban a desaparecer, y nos temíamos lo peor: una tercera visita se vislumbraba en el horizonte.

Efectivamente, cuando llegamos hasta lo alto del monte en el que estaba la ermita, nuestros mayores temores se confirmaron. Un cielo prácticamente despejado. Digo prácticamente porque a lo lejos se podía ver una aspirante a nube que no tenía pinta de que pudiera servirnos para nada.

Felipe y yo nos miramos con cara de "y ahora... ¿qué?". Pero estábamos allí. No íbamos a marcharnos sin ni siquiera sacar las cámaras de nuestras mochilas. Así que tranquilamente sacamos nuestros equipos, montamos los trípodes e intentamos encontrar un encuadre en el que nuestra amiga la aspirante a nube pudiera darle algo de gracia a la foto. Con los primeros disparos no vimos nada. Yo me fui a buscar otro encuadre para ver si la cosa mejoraba... nada. Esa noche no iba a ser la nuestra. En un momento determinado, Felipe me llamó. Me dijo que que fuera donde inicialmente queríamos hacer foto. Volví, planté el trípode y disparé. Pensé, "bueno, la cosa se ve mejor". Aquella aspirante a nube se estaba colocando encima de la ermita y no pintaba la cosa del todo mal. 

Pero lo mejor de todo es que detrás de esa nube, y muy pegada a ella, apareció otra nube con una forma que parecía un ejército de pequeñas nubes. Esto sí tenía muy buen aspecto, sí señor. Hicimos pruebas para ajustar parámetros. Inicialmente tiramos fotos a 30 segundos. No estaba mal el resultado, pero, curiosamente, lo que veíamos en vivo era mucho mejor que lo que veíamos en las pantallas de nuestras cámaras. Así que decidimos cambiar el guión. "¿Y si disparáramos a 8 segundos?" , pensamos. Hicimos la prueba, y la comparación con la anterior foto no tenía color. Ahora bien, éramos sólo 2, y el esquema que teníamos en mente, el que más nos gustaba, resultaba imposible de realizar por 2 personas. Uno de los 2 debía estar dedicado a hacer de modelo en el centro de la ermita sosteniendo una linterna, y el otro debía, no sólo encargarse de dar la luz exterior, para sacar volumen y nitidez a las paredes exteriores, sino también ayudar con la iluminación desde dentro. Aun así, intentamos hacer alguna prueba, pero claramente era imposible, así que tomamos la determinación de dividir la iluminación en 2 partes. Por un lado hicimos una foto sin la ayuda de la luz interior, y por otro lado hicimos una segunda centrándonos en la iluminación del interior de la ermita. La foto final no sería el resultado de una única toma, sí, pero sí sería el resultado de una iluminación hecha por completo por nosotros. Sé que esto puede abrir un debate con gente a favor, y gente en contra, y es normal. Yo tengo mi propia opinión al respecto. Quizá algún día  la explique y la desarrolle como es debido.

En fin, el resultado final es el que hoy podéis observar. Creo que por fin conseguimos el tipo de foto que íbamos buscando. Una imagen que nos llamara la atención. Que nos hiciera irnos satisfechos a casa con un trabajo, pienso, bien realizado. Nos fuimos contentos con los encuadres que utilizamos, y, sobre todo, con algo que el fotógrafo nocturno que suele usar luces para sus fotos puede controlar en mayor o menor medida: la forma de iluminar. Y creo que ésto, la forma de iluminar, es lo que marca que una foto de este tipo guste más o guste menos. Es por este motivo por el que tanto yo, como mi amigo y compañero de Luces del Pasado, Felipe, le damos tanta importancia a la iluminación, y repetimos y repetimos una toma hasta conseguir una luz que nos guste. Si luego las condiciones meteorológicas quieren acompañar, mejor que mejor. Pero esto, las condiciones meteorológicas, es algo que nosotros no podemos controlar. El resto sí, en mayor o menos medida.

La noche dio 2 encuadres más, pero eso se queda para otro día. Hasta entonces, espero que ésta os guste.

Como siempre, cualquier pregunta sobre la foto, no dudéis en hacerla. Os responderé lo antes posible.

¡Hasta pronto!

Los datos EXIF:

mara: Canon 5D Mark IV 

Focal: 16 mm 
Exposición: 8 sg 
Apertura: f/4
ISO: 3200


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