• Siguenos en Flickr
  • Siguenos en Blogger

miércoles, 3 de marzo de 2021

Apunta, dispara y corre II

Hace días pensaba en lo curioso del poder que puede tener algo que vivimos con intensidad. Es capaz de no dejarnos olvidar momentos, situaciones, conversaciones, gestos, sonidos u olores. Yo no sé a vosotros, pero a mí me pasa con esta afición mía que conocéis y que es la fotografía nocturna.

Así es, puede pasar mucho tiempo en mi cabeza y permanecer en algún rincón todo tipo de recuerdos o de sensaciones relacionadas con un hecho concreto. Y pensaba hace días en esto recordando la noche en que tomé esta fotografía. Dejadme que comparta con vosotros aquel recuerdo.

Era el mes de julio de 2019 (se me hace tan lejano después del 2020 que hemos tenido...). Días antes había hablado con Felipe sobre acercarnos a Brihuega y pasar una tarde haciendo fotos a los campos de lavanda, que por esta época estaban en su máximo esplendor.

Elegimos un día para que el que, además, daban posibilidad de tormentas. Y, todo sea dicho, después de la experiencia brutal que habíamos vivido 2 años antes fotografiando los mismos campos una tarde de tormenta, la idea de tirar fotos a un campo de lavanda bajo un cielo con rayos nos motivaba bastante. 

Así pues, esa tarde recogí a Felipe y a Paula, su hija, quien también quiso venirse, y nos pusimos rumbo a Brihuega. Llegamos cuando aún estaba alto el sol y nos fuimos directos a uno de los campos más grandes que, como era de esperar, estaba bastante concurrido de paseantes, curiosos y, por supuesto, fotógrafos. Por este motivo decidimos movernos de allí e ir hacia algún otro campo en el que hubiera menos gente. Encontramos uno donde estuvimos haciendo varias fotos e, incluso, fotografiando el atardecer. Un atardecer que, todo sea dicho, no pasará a los anales de la historia de la fotografía por haber sido espectacular. Así que, cuando hubimos acabado, recogimos y nos volvimos a montar en el coche. Cuando deshacíamos el camino andado algo más de una hora antes, nos dimos cuenta  de que unas nubes con pinta de ir cargadas de mucha agua, y de mucha  electricidad se acercaban cada vez más hacia donde estábamos, hacia los campos de lavanda, así que pensamos en volver al sitio donde inicialmente habíamos estado cuando llegamos a Brihuega... por si acaso. Cuando vimos que las nubes nos enseñaron los rayos que, efectivamente, llevaban escondidos, pisé algo más el acelerador, pues ninguno queríamos perder la oportunidad que se nos estaba brindando.

Cuando llegamos a aquel punto donde inicialmente habíamos estado, nos encontramos con que quedaba muy poca gente, y esa gente empezaba también a marcharse. Esto es lo normal. Estás en el campo, se acerca una tormenta, te llega el típico olor de tierra mojada... lo lógico es pensar que la tarde ya ha dado de sí todo lo que tenía que dar, recoger y marcharte... salvo que lleves un trípode, una cámara, y estés convencido de que tu suerte puede estar a punto de cambiar.

Una vez llegamos al sitio que habíamos elegido para sacar fotos, plantamos trípodes, montamos cámaras y disparadores, y empezamos a hacer pruebas. Para suerte nuestra, en el horizonte empezaron a pintarse rayos que pudimos, mejor o peor, captar con nuestras cámaras. Estuvimos un rato así viendo rayos y escuchando truenos hasta que, empezó a chispear y, poco a poco, a llover más fuerte. Nos dio, además, la sensación de que esos truenos sonaban más fuerte, como si la tormenta estuviera más cerca. Como si el espectáculo que estábamos viendo lejos en el horizonte, se estuviera acercando. 

Esa sensación que estábamos teniendo se convirtió en certeza cuando pudimos comprobar que el tiempo entre el resplandor y el sonido cada vez era menor. Y es en ese momento cuando piensas que no sabes qué hacer: ¿recoges y piensas que no merece la pena jugártela? ¿Aguantas un poco más porque crees que todavía no ha llegado la foto que te quieres llevar? Acertadamente o no, yo decidí moverme al punto donde está hecha esta foto y seguir disparando. Con miedo, pero seguí disparando. Disparando con el mando y alejándome del trípode por si las moscas.

Felipe ya había recogido. Llevaba muy buen material, y lo mejor que podía hacer era eso. Recogió pero tanto él como Paula se quedaron conmigo. Sin embargo, no tenía mucho sentido que estuviéramos los 3 allí jugándonosla sin motivo. Así que Felipe me dijo que si no podía ayudar en nada, que se iban a ir al coche.

 -¡Id yendo al coche, que ahora os cojo! - Les dije

En ese momento yo había colocado la cámara en vertical para intentar sacar una panorámica de 5  fotos. No pedía nada más... ni nada menos. En ese momento, 5 fotos se me estaban haciendo eternas. No sé si podéis imaginar lo largo que se pueden hacer 30 segundos cuando estás deseando acabar porque, por ejemplo, tienes enfrente de ti una tormenta que pareciera que te ha visto, que te está mirando y está pensándose si saludarte o no con una descarga de 100 millones de voltios. Sin embargo la tormenta no avanzó más lo que me hizo pensar que podría seguir disparando hasta conseguir la foto. Y esa era mi intención... hasta que pasó lo que pasó.

Cuando estaba cerca de acabar la primera tanda de 5 fotos para la panorámica, de pronto, un resplandor brutal encendió el campo y seguidamente un trueno mucho más fuerte que cualquiera de los que habíamos escuchado esa noche sonó a mis espaldas. 

Sí, detrás de mí otro foco que, si pudiera juzgarse un nivel de enfado por lo fuerte que suena un trueno, podría decir que el enfado era de 10 elevado al cubo. Y la sensación que yo tenía en ese momento es como la que se tiene cuando estás haciendo algo que está mal, algo que sabes que está mal, y de pronto oyes una voz a tu espalda que dice "y tú, ¿qué haces aquí?" Podría decirse que eso es lo que yo escuché.

A estas alturas de película, yo me encontraba haciendo la cuarta foto de la serie de 5. Y tenía pocas opciones. Tres, contaba yo: una, disculparme por estar allí y recoger y salir escopetado al coche. Otra, quedarme quieto y no moverme e incluso alejarme del trípode, por lo que pudiera pasar. Al final opté por la tercera, que fue hacer oídos sordos, pero nervioso, y con una gran susto en el cuerpo, mover la rótula para sacar la quinta foto y, disimuladamente, disparar... y que fuera lo que Dios quisiera.

Por suerte, finalmente no pasó nada, y cuando el obturador se cerró, desmonté el equipo lo justo para poder meterlo en la mochila y salir de allí pitando. Según iba bajando empezó a llover con mucha fuerza así que parece que más de lo que hice no habría podido hacer.

En momentos como los que viví, no es fácil tomar una decisión sobre si hacer lo que debes, o esperar porque tienes la sensación de que la foto que tomes puede merecer la pena. Yo siempre recomiendo lo mismo. No merece la pena jugársela por una foto. Cuando me preguntan, "y tú, ¿por qué lo haces?", yo siempre digo "haz lo que te digo, y no lo que yo hago".

Esta foto la presenté al concurso "Epson PanoAwards" recibiendo una mención de bronce en categoría de paisajes.

Espero que os guste. Como siempre, si tenéis alguna pregunta, no dudéis en hacerla.

¡Hasta pronto!

Los datos EXIF:

5 fotos con orientación vertical
mara: Canon 6D
Focal: 16 mm 
Exposición: 30 sg 
Apertura: f/2.8
ISO: 400






3 comentarios:

  1. Buena toma. Yo estube pero mucho sol y poco florido

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Jose. La mejor época es mediados de julio. Es cuando en Brihuega puedes encontrar los campos llenos de lavanda. Un saludo!

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar